Los años ochenta marcan la madurez creadora de Roberto Cossa, desde El viejo criado a El Sur y después. Sus obras recorren distintas rutas de estilo y vuelven (revuelven) sobre obsesiones del dramaturgo y sus contemporáneos: las clases medias urbanas desde la efímera utopía de la intermediación a la cima de la decadencia (El tío loco); los peligros del autoritarismo individual y el corporativo, incluso en transiciones democráticas; y un pasado sin elaborar que condiciona muchas dimensiones del presente y acaso del futuro cercano (Ya nadie recuerda a Fréderic Chopin): “somos mayormente lo que fuimos”, como dice Arthur Miller.

Hace tiempo que las piezas de Cossa interesan no sólo a espectadores y lectores del buen teatro: son a la vez fuentes valiosas para el sociólogo y para quienes se interrogan por el destino nacional desde múltiples perspectivas. Sus personajes dan carnadura a conocidas series estadísticas y modelos económetricos, con sus sueños, ilusiones perdidas, fijaciones en el ayer y crisis familiares.
El autor teatral es también historiador del alma de muchos argentinos.