Inquietantes, arrasados a la vez por la poesía y por la crueldad, cada uno de estos cuentos construye un ámbito de intangible extrañeza dentro del cual, sin escándalo, puede suceder un crimen, la desolación, o un incesto.
Las cosas se cuentan como si apenas sucedieran, o como si sólo importaran la atmósfera -densa, persistente- y la rápida luz de ciertos detalles: desviaciones mínimas de lo normal enunciadas con tanta neutralidad que uno tarda en darse cuenta de que está sumido en un mundo donde todo está permitido y donde los bordes entre el bien y el mal se desdibujan y nos engañan.