El hecho de que en esta novela los gatos de la muerte (y el yo narrativo que se une a ellos en algunos momentos) tengan una insaciable lujuria que pervierte a hombres y perros, dramatiza el concepto de la escritura como corrupción o pérdida de la inocencia.
En este sentido, una vez más la mujer y sus compañeros cometen el pecado original, y una vez más la destrucción del paraíso perdido no es solamente culpa suya, sino también el resultado de una mezcla misteriosa de erotismo y metafísica (búsqueda de la sabiduría)(Sharon Magnarelli).