(Montevideo, 1919 - Buenos Aires, 1993)
Alberto Breccia, uruguayo de origen, vivió siempre en la Argentina; creció en el barrio porteño de Mataderos y pasó los últimos treinta años en Haedo, donde tenía su casa y su estudio.
Autodidacta absoluto, comenzó a publicar a fines de la década del treinta. Su primer personaje importante es Vengador, un superhéroe contemporáneo de Batman y Superman.
En 1945 comienza a dibujar en Patoruzito las aventuras del detective Vito Nervio, guionadas por Leonardo Wadel, con quien realiza también “Club de Aventureros”.
En los cincuenta se revela como notable dibujante infantil y con trazo caricaturesco hace, entre otras, “Pancho López”, sobre historias de Abel Santa Cruz.
El año 1958 es clave: se asocia a Héctor Oesterheld para hacer, en Editorial Frontera, “Sherlock Time”, un trabajo excepcional.
Cuatro años después crearán, para Misterix, “Mort Cinder”, considerada por la crítica su obra maestra absoluta, porque es allí donde comienza a experimentar técnicas y formas expresivas inéditas.
Alejado temporariamente de la historieta, durante la segunda mitad de los sesenta sólo produce –siempre con Oesterheld– el breve “Richard Long” de 1975, la “Vida del Che” –en colaboración con su hijo Enrique– en 1978 y, al año siguiente, la segunda versión de “El Eternauta”, cuya forma y contenido revulsivos provocan el escándalo y la interrupción de su publicación en la revista Gente.
Descubierta y valorada su obra en Europa, en los setenta retoma la historieta y, ya sin atadura alguna, encara una serie de adaptaciones literarias memorables.
Así, produce la impresionante serie de “Los mitos de Cthulhu” de Lovecraft, en versiones de Norberto Buscaglia; “Donde suben y bajan las mareas” de Lord Dunsany; “La pata de mono” de Jacobs; su increíble mirada sobre Poe en “El corazón delator” y “William Wilson” –este último adaptado por Guillermo Saccomanno–; y “La gallina degollada” de Horacio Quiroga, con guión de Carlos Trillo.
Precisamente con Trillo, en aquel entonces, hace también, además de versiones irreverentes y en colores de cuentos tradicionales infantiles, las series “Un tal Daneri”, “El viajero de gris” y el siniestro “Buscavidas”.
Los cuatro episodios de la saga Perramus ocupan la parte central de su producción en los años ochenta, además de sus trabajos en colores de la serie satírica dedicada a Drácula y de nuevas adaptaciones: Papini, London y autores latinoamericanos, de Borges y Onetti a Rulfo y García Márquez, con guiones de Sasturain para la revista Crisis.
La versión del “Informe sobre ciegos”, de Sabato, fue su última obra de aliento. Quedaron inéditas, como testimonio de sus gustos e intereses, las series de ilustraciones en colores para El nombre de la rosa, de Eco, y para los cuentos de ambientación criolla de Borges.
Publicado en decenas de países, Alberto Breccia fue uno de los dibujantes de historieta más importantes del mundo: innovó, experimentó, su influencia fue y es aún hoy enorme. Hay un antes y un después de Breccia en el relato aventurero y existe el adjetivo plástico “brecciano”.
Es decir: dejó a la historieta en un lugar diferente del que estaba cuando comenzó.