(Buenos Aires, 1914-1999) fue un hombre muy agraciado. Proviene de una familia de sólidos recursos económicos, lo que le permite dedicarse por entero a escribir sin tener que trabajar en otra cosa.

Desde muy joven puede viajar mucho. Es culto, inteligente, apacible, tiene un charme natural. A los 18 años, en casa de Victoria Ocampo, conoce a Jorge Luis Borges e inmediatamente se vuelven amigos entrañables.

Escribe con él a cuatro manos. Se casa con la hermana de Victoria, Silvina Ocampo, una finísima escritora. Juega tenis todas las semanas, ama los automóviles, muchas mujeres lo pretenden... Con todo, el mayor guiño que le hace la Gracia es darle a los veinticinco años la inspiración necesaria para atravesar el umbral de lo fantástico y volver con una novela arrolladora como pocas. En 1940, con La invención de Morel, logra lo que muchos escritores no obtienen nunca: una pequeña gran obra maestra.

Si bien ya ha escrito otras novelas, ésta marca el verdadero comienzo de su carrera literaria. Gana el Primer Premio Municipal y el reconocimiento de los ya consagrados.

Autor de otras siete exitosas novelas —Plan de evasión (1945), La trama celeste (1948), El sueño de los héroes (1954), El lado de la sombra (1962), Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1975), El héroe de las mujeres (1978); las tres previas a La invención Bioy prefiere que no se cuenten—, de varias nouvelles y de un gran numero de cuentos. Con su mujer escribe una novela policial (Los que aman, odian). Con Borges, bajo los seudónimos de H. Bustos Domecq y B. Suárez Lynch, publica Seis problemas para Isidro Parodi (1942) y otros seis libros de crónicas y relatos policiales. Con ambos, edita la mítica Antología de la Literatura Fantástica (1940). También escribió guiones de cine, ensayos, memorias…

Siempre con una prosa excelente, estilo depurado, tramas ingeniosas y originales… Si bien hay una tendencia a ubicarlo en el género fantástico, el amor es el tema recurrente en su obra.